Nuestros amigos, los hijos, las parejas, nos dicen: ¡Fluye! ¡La vida es corta!
¡Y qué más quisiéramos! Sin embargo, no se nos da. ¿Por qué? Porque hay demasiadas obstrucciones que lo impiden. Sin embargo, cuando nos arraigamos en el lugar que nos corresponde, tocar la pertenencia a nuestro sistema nos hace sentir cuidados y seguros íntimamente. Es la gran corriente de la vida lo que nos da fuerza, estar arraigados, confiados y seguros en ella. Así, cualquier cosa que ocurre se vuelve soportable.