sábado, 28 de enero de 2012

La Felicidad




LA FELICIDAD
Terapeuta María Ángela González

Existen algunas ideas extrañas acerca de la felicidad. Por ejemplo las que le atribuyen una naturaleza huidiza y el comportamiento de una presa de caza. Quien concibe así la felicidad suele verse en la obligación de “atraparla” emprendiendo agotadoras persecuciones. El éxito dependería en algo de la suerte y en mucho de la inteligencia y la pericia de cada persona. Y aunque le fuera en verdad posible hacerse con algo de felicidad de esta manera, aún quedaría por resolver la espinosa cuestión de cómo retenerla.

También es frecuente la noción de que la felicidad se manifiesta a lo largo de la vida siempre de una misma y única manera, acompañada por ejemplo de algún grado especial de excitación emocional o de sensaciones físicas tales como sentir mariposas en el estómago.

Mirar la felicidad a través del lente de este tipo de nociones, no sólo producen la urgencia apremiante de obtener para sí mismo —en competencia con otros— una buena tajada de felicidad en el coto de caza. También genera la ilusión de que los períodos de ausencia de felicidad son defectuosos, imperfectos e indeseables y se levanta una fuerza interna que los resiste y los niega. Que los rechaza tanto por la incomodidad o el dolor que puedan traer consigo, como por ser interpretados como evidencia de la propia ineptitud, como un signo de fracaso.

En cierto sentido, estas ideas se refuerzan y convalidan en la experiencia de esa porción de felicidad que en verdad se asocia al logro personal. A los frutos inesperados de nuestro esfuerzo y dedicación. Al éxito de nuestros seres queridos. Al bienestar de los grupos o comunidades a los que estamos ligados por amor y destino. A las metas finalmente alcanzadas, e incluso al desempeño de la actividad sencilla y cotidiana de nuestras tareas y labores más comunes.

Pero la felicidad también tiene otra variedad de matices, quizás se trate de los más profundos y fundamentales para nosotros, los que incluyen la plenitud, la paz interna, la armonía, el equilibrio y todo aquello que nos permite fluir en libertad, en concordancia con las fuerzas creativas de la vida. La capacidad para experimentar y contener la felicidad se nos otorgó con la vida misma. No está en nuestra voluntad o poder rechazar o atraer esta capacidad hacia nosotros. No tenemos que apuntarnos a ninguna escuela para obtener esta particular capacidad. Nos ha sido dada. Y sin embargo, tomar la felicidad y la plenitud cuando vienen y despedirnos de ellas cuando se van es desde la visión de Bert Hellinger un logro del alma. Y como la mayoría de los logros vinculados directamente al alma, éste requiere de sabiduría y de valor. Valor para dejar atrás aquello que en nosotros se opone a la plenitud. Y sabiduría para desechar las nociones que nos hacen difícil o impiden la exploración real y directa de la naturaleza de la felicidad.

La naturaleza de la felicidad es acompañarnos y dejarnos una y otra vez. Con su permanencia nos cobija, nos deleita, nos enseña, nos expande, nos da descanso. Con su partida nos impulsa poderosamente a regiones nuevas. Nos transforma nos prepara para una nueva inclusión. En cierto sentido y en algunos de sus aspectos fundamentales, la felicidad está encadenada a nuestra necesidad y crecimiento. Así, dice Bert Hellinger, mientras nos desarrollábamos en el vientre de nuestra madre conocimos una felicidad y una plenitud que al cabo de un tiempo desapareció en concordancia con nuestro próximo nacimiento. Luego, si todo fue bien, fuimos atendidos por brazos amorosos y en ellos nos sentimos felices hasta que dejamos de serlo porque necesitamos explorar en independencia, alejarnos. Cada etapa de nuestra vida tiene su propia plenitud, y en ella la felicidad tiene una presencia particular. En realidad nuestra experiencia contradice la noción de que la felicidad es “siempre” de una misma o única manera.

Tras reconocernos, junto con todos, igualmente aptos para la experiencia de la felicidad y ver que la felicidad es una especie de huésped que va y viene de toda vida, podemos indagar si dentro de nosotros trabajan algunas fuerzas en oposición a ella y a la plenitud, a nuestro crecimiento, a la armonía y la paz. Los pensamientos repetitivos y las frases dañinas que actúan secretamente en nosotros, generadas quizá a partir de experiencias de nuestro pasado o del pasado del alma de nuestras familias, suelen ser el origen de las dificultades en el camino hacia la plenitud. Incluso nos pueden hacer vivir la felicidad como algo tan amenazante o peligroso como si con ella atentáramos contra un tabú. Pero aún en las situaciones de mayor conflicto interno, el impulso por sanar y crecer no nos abandona, está vivo y presente. Podría decirse que la felicidad es fiel y paciente. Nos aguarda a la vuelta de cada dificultad y nos asiste veladamente en medio del conflicto.

Desde la visión Sistémica y Transgeneracional decir “sí” a la necesidad de sanar aquello que nos impida crecer, aquello que nos haga sentir indignos o culpables ante la posibilidad de ser felices, aquello que nos aleja de la plenitud de la vida manteniéndonos entre límites estrechos, es atender al golpeteo de la felicidad sobre la puerta de nuestro corazón.
 



20 de Junio. Sesión 1: “Heridas que impiden la plenitud”
    27 de Junio. Sesión 2: “La felicidad como imageninterna”
   11 de Julio: Sesión 3: “Autoestima & Vocación”
   18 deJulio: Sesión 4: "La felicidad en Pareja"
 
 
 
Inversión personal de forma adelantada $ 1600
Inversión por pareja de forma adelantada $ 2400
    Inversión personal pagando por sesión $ 800


Más información en:

martes, 24 de enero de 2012

EL EQUILIBRIO EN LA PAREJA
Bert Hellinger


Hay un movimiento de vida que está dirigido entre el dar y el tomar. Lo vivenciamos a diario. Si alguien nos obsequia algo tenemos la necesidad de regresarle algo y si le damos algo nos sentimos libres de responsabilidad y también libres de culpa. Si alguien nos ha dado algo nos sentimos en una relación de culpa, no es una culpa grave, sólo necesitamos darle algo y de inmediato nos volvemos a sentir inocentes.
Esta inocencia y culpa están al servicio de la vida, toda vida al inicio es tomada (…). Toda relación vive también de esto: de dar y tomar. Cuando más tomamos, más damos, y tanto más rica y profunda experimentamos esa relación. Ahora bien, si recibimos algo y regresamos algo en la misma medida se termina la relación porque ya no hay culpa. Las relaciones florecen cuando recibimos y, al regresar, damos un poco más. Entonces el otro se siente comprometido, y nosotros recibimos y nos volvemos a sentir comprometidos, y así va incrementándose y la relación crece en este dar y tomar. Esto determina la calidad de la relación. El dar y tomar simultáneamente une una relación y ésta perdura. Hay quien comenta de una relación: por lo pronto, doy un poquito. ¿Cómo sería a partir de eso una relación? Sería muy pequeña. De ahí se establece que la unión y la felicidad serían pequeñas. ¿Qué tipo de libertad es ésa? Es una libertad vacía, no hay nada. Si esta pareja decide casarse, eso es mucho y eso es lo que une, eso es lo que liga a la pareja. Esto suena muy bonito y también lo podemos comprender todos los presentes y todos tenemos una linda experiencia, de otro modo no estaríamos aquí.
En esta compensación también se da la situación particular de que no es posible en algunos casos la compensación del dar. Ante todo frente a nuestros padres. Ellos dan tanto que no podemos compensarlo, entonces, la compensación se ocurre de otro modo, tomamos todo de nuestros padres y nosotros decimos: “al servicio de la vida lo transmitiremos también.” Es una forma de compensar. Algunos no saben que se puede compensar así, entonces, sienten que están en deuda con ellos y eso puede ser muy difícil de soportar. Una reacción muy común es decir: “mejor no tomo nada de mis padres para no sentirme culpable”. Y otra forma de esto son los reproches. El reclamo significa en verdad: “me desvío y no agradezco”. Pero con esto la persona se hace libre y al mismo tiempo pobre. Yo fui maestro y sé que los alumnos pueden poner atención siete minutos y creo que hablé diez y unos ya están cerrando los ojos, entonces sé que tiene que terminar.
Público: Noooooooo
Bueno, soy un maestro viejo, así es que también puedo atraer su atención. Ahora hablé de la culpa al servicio de la vida, es decir, de la compensación entre dar y tomar. ¿Qué sucede si alguien me ha hecho daño? También siento necesidad de compensar, estoy pensando en la venganza, le quiero causar daño.
¿Conocen este sentimiento? Todas las guerras se dan por este sentimiento de compensar y de ahí hay que considerar algo que es una de mis comprensiones y lo escribí  en el libro “Después del conflicto la paz” que en alemán se llama “La gran guerra”. Fue muy extraño cómo escribí este libro. Sophie una mañana tuvo un sueño en el que yo estaba escribiendo acerca de los grandes conflictos y en el sueño estaba la tapa del libro. Pero le dije que yo no tenía ningún interés en escribir nada sobre eso, pero a las pocas semanas lo escribí y no sólo eso, lo terminé muy rápido, entonces reflexioné.
¿Cómo evoluciona una sociedad? Primero se trata de un grupo de origen, así es como al inicio los seres humanos vivían: en pequeños grupos. Todos se sentían amenazados. Unos sentían miedo de ser aniquilados por los demás grupos y tomaron medidas de precaución y decidieron comenzar a aniquilar a los otros, esto es un instinto primario de supervivencia pero eso a nosotros no nos hace nada (…) Nadie estaría seguro.
Imagínense que mañana ya no hubiera policías en la ciudad de México. Nadie se sentiría seguro ante otros. Seguro ante este instinto de aniquilar que es un instinto primario y ahí es donde el origen acaba. Por ejemplo en Irak después del conflicto con Estados Unidos, y después de la guerra, los saqueos, ya no había orden.
Ejemplo:
En una pareja feliz él se olvidó de felicitar a la mujer por su cumpleaños y ella se quiere desquitar o se quiere vengar, pero ¿cómo? ¿en qué forma? Es común que este instinto de aniquilamiento domine —porque es muy común también en las grandes guerras— sólo por pequeñeces. Por ejemplo, el príncipe heredero austríaco fue asesinado terriblemente. Alguien se ocupó de buscar al asesino y esto originó la Primera Guerra Mundial con millones de muertos.
En la Segunda Guerra Mundial, Alemania se sintió injustamente tratada y éste es el instinto de aniquilamiento.
Hoy doy una de mis comprensiones, ese sentimiento o necesidad irresistible no es suficiente para que la mujer perdone al marido. No, sí se tiene que vengar, porque es lo que está esperando el marido, pero la venganza siempre es un poco menor. Por ejemplo, dejar quemar la comida, entonces cuándo el marido la mira ella dice: “se me pasó por estar pensando en mi cumpleaños”. Entonces el marido se siente aliviado y puede continuar la relación.

martes, 3 de enero de 2012

2012: En sintonía para fluir hacia lo nuevo



Para comenzar el año 2012, el próximo sábado 14 de enero, la terapeuta Edlín Ortiz Graham facilitará un Taller  alrededor de este tema. Te invitamos a participar. Reserva tu lugar en nuestros teléfonos: (55) 5211-9051 y 5211-3346.