martes, 8 de mayo de 2012


Al atestiguar con compasión nuestras experiencias, emerge un espacio nuevo en el que somos capaces de encontrarnos a nosotros mismos bajo una nueva luz. 
Y desde este lugar cálido podemos integrar lo que ha estado separado.  
Las emociones abrumadoras –angustia, ira y miedo– se vuelven manejables y nuestra sabiduría emerge, 
iluminando todas las áreas de nuestra vida con una mayor claridad. 
Edlín Ortiz Graham
Terapeuta

viernes, 4 de mayo de 2012


Artículo

SENTIMIENTOS SECUNDARIOS, MOVIMIENTOS INTERRUMPIDOS
Dra. Ürsula Franke

Para un bebé, el mundo se compone principalmente de la relación hacia sus padres o cuidadores. Ser reconocidos, cuidados, tocados, acariciados y tener el sentido de pertenencia, todo ello contribuye a un desarrollo sano. El niño vive dentro de estas relaciones e intercambios y experimenta la seguridad de que sus necesidades serán atendidas cuando las exprese, en la espera de afecto y cuidado.
Cuando los movimientos del niño en la relación no son respondidos y cuando los intentos de proximidad conducen repetidamente al rechazo o al desamparo, el bebé entiende que el ambiente no le provee de lo que necesita en el momento. En los intentos antes mencionados, incluso un niño que todavía no habla, se contiene físicamente y se encierra en sí mismo cuando esto ocurre. Si esto continua, se conforma un patrón a lo largo de la vida, que describimos en términos de Bert Hellinger, como un movimiento amoroso interrumpido.

Si la disrupción en la relación sucede con frecuencia durante periodos prolongados, el bebé alcanza un límite y deja de hacer intentos de contacto cuando vuelve a darse la situación. Es como si el bebé decidiera no someterse más a la experiencia tan dolorosa que le produce un estado físico de necesidad desatendido, y ya nunca más intentará establecer contacto, acercamiento, o relación profunda con el exterior, sino que probará hacerlo todo por sí mismo.

Particularmente en casos que involucran depresión y resignación, resulta muy evidente que la persona ha sido frecuentemente sometida a estas situaciones. Lo que esta experiencia significa para un niño es que nada de lo que haga tendrá efecto sobre los demás, en el fondo, se siente desamparado, como a merced de la muerte misma. De adultos, en terapia, a menudo describen sentimientos de miedo, ansiedad general, amargura, pánico, miedo a la muerte, horror, ira indescriptible, peligro existencial, y el sentimiento, o el miedo de quedar aparte, desintegrarse o desaparecer.
En la práctica, podemos identificar el patrón de un movimiento amoroso interrumpido cuando el contacto del bebé con un cuidador importante fue interrumpido, por ejemplo, 

El investigador Edward Tronick realizó un experimento denominado “El juego del rostro inmóvil”, con interesantes conclusiones.
La investigación pretendía profundizar en el sistema bidireccional de comunicación afectiva entre los bebés y sus cuidadores principales, para estudiar los efectos de la depresión de los padres sobre los bebés.
La principal conclusión es que el bebé hará lo posible por obtener respuesta, incuso a la edad tan temprana de tres meses, y que muestran su malestar cuando la madre no interactúa con ellos.
Se pidió a las madres que miraran a sus bebés, pero que mostraran una expresión neutra, que reprimieran el impulso de mover sus rostros y responderles de forma juguetona como solemos hacer.
Enfrentados a esta inusual falta de sensibilidad y de respuesta por parte de sus madres, los bebés trataron varias veces de iniciar ellos mismos la comunicación, haciendo sus gracias, moviendo los brazos, y en definitiva tratando de llamar la atención de la mamá.
Los investigadores observaron que antes de desistir (finalmente suelen acabar llorando) los bebés probaron con sus madres un promedio de cuatro estrategias diferentes para llamar su atención.
Tronick pidió a las madres que fingieran estar un poco tristes frente a sus bebés. Ante la muestra de tristeza, los bebés se tornaron más negativos desde el punto de vista emocional, más reservados y menos comunicativos.
En el caso de bebés con madres depresivas, cuando se enfrentan a un largo tiempo sin recibir estímulos y respuestas, la investigadora Tiffany Field descubrió que los bebés tienden a imitar la tristeza, la escasa energía, el bajo compromiso, la ira y la irritabilidad de sus madres.
En los casos más severos, si la depresión de una madre sigue durante un año o más, su bebé comenzará a mostrar retrasos constantes en el crecimiento.