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SENTIMIENTOS SECUNDARIOS, MOVIMIENTOS INTERRUMPIDOS
Dra. Ürsula Franke
Para un bebé, el mundo se compone principalmente de la relación hacia sus padres o cuidadores. Ser reconocidos, cuidados, tocados, acariciados y tener el sentido de pertenencia, todo ello contribuye a un desarrollo sano. El niño vive dentro de estas relaciones e intercambios y experimenta la seguridad de que sus necesidades serán atendidas cuando las exprese, en la espera de afecto y cuidado.
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Si la disrupción en la relación sucede con frecuencia durante periodos prolongados, el bebé alcanza un límite y deja de hacer intentos de contacto cuando vuelve a darse la situación. Es como si el bebé decidiera no someterse más a la experiencia tan dolorosa que le produce un estado físico de necesidad desatendido, y ya nunca más intentará establecer contacto, acercamiento, o relación profunda con el exterior, sino que probará hacerlo todo por sí mismo.
Particularmente en casos que involucran depresión y resignación, resulta muy evidente que la persona ha sido frecuentemente sometida a estas situaciones. Lo que esta experiencia significa para un niño es que nada de lo que haga tendrá efecto sobre los demás, en el fondo, se siente desamparado, como a merced de la muerte misma. De adultos, en terapia, a menudo describen sentimientos de miedo, ansiedad general, amargura, pánico, miedo a la muerte, horror, ira indescriptible, peligro existencial, y el sentimiento, o el miedo de quedar aparte, desintegrarse o desaparecer.
En la práctica, podemos identificar el patrón de un movimiento amoroso interrumpido cuando el contacto del bebé con un cuidador importante fue interrumpido, por ejemplo,
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