viernes, 4 de mayo de 2012


Artículo

SENTIMIENTOS SECUNDARIOS, MOVIMIENTOS INTERRUMPIDOS
Dra. Ürsula Franke

Para un bebé, el mundo se compone principalmente de la relación hacia sus padres o cuidadores. Ser reconocidos, cuidados, tocados, acariciados y tener el sentido de pertenencia, todo ello contribuye a un desarrollo sano. El niño vive dentro de estas relaciones e intercambios y experimenta la seguridad de que sus necesidades serán atendidas cuando las exprese, en la espera de afecto y cuidado.
Cuando los movimientos del niño en la relación no son respondidos y cuando los intentos de proximidad conducen repetidamente al rechazo o al desamparo, el bebé entiende que el ambiente no le provee de lo que necesita en el momento. En los intentos antes mencionados, incluso un niño que todavía no habla, se contiene físicamente y se encierra en sí mismo cuando esto ocurre. Si esto continua, se conforma un patrón a lo largo de la vida, que describimos en términos de Bert Hellinger, como un movimiento amoroso interrumpido.

Si la disrupción en la relación sucede con frecuencia durante periodos prolongados, el bebé alcanza un límite y deja de hacer intentos de contacto cuando vuelve a darse la situación. Es como si el bebé decidiera no someterse más a la experiencia tan dolorosa que le produce un estado físico de necesidad desatendido, y ya nunca más intentará establecer contacto, acercamiento, o relación profunda con el exterior, sino que probará hacerlo todo por sí mismo.

Particularmente en casos que involucran depresión y resignación, resulta muy evidente que la persona ha sido frecuentemente sometida a estas situaciones. Lo que esta experiencia significa para un niño es que nada de lo que haga tendrá efecto sobre los demás, en el fondo, se siente desamparado, como a merced de la muerte misma. De adultos, en terapia, a menudo describen sentimientos de miedo, ansiedad general, amargura, pánico, miedo a la muerte, horror, ira indescriptible, peligro existencial, y el sentimiento, o el miedo de quedar aparte, desintegrarse o desaparecer.
En la práctica, podemos identificar el patrón de un movimiento amoroso interrumpido cuando el contacto del bebé con un cuidador importante fue interrumpido, por ejemplo, 

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