El investigador Edward Tronick realizó un experimento denominado “El
juego del rostro inmóvil”, con interesantes conclusiones.
La investigación pretendía profundizar en el sistema bidireccional de
comunicación afectiva entre los bebés y sus cuidadores principales, para
estudiar los efectos de la depresión de los padres sobre los bebés.
La principal conclusión es que el bebé hará lo posible por obtener
respuesta, incuso a la edad tan temprana de tres meses, y que muestran su malestar cuando la madre no
interactúa con ellos.
Se pidió a las madres que miraran a sus bebés, pero que mostraran una
expresión neutra, que reprimieran el impulso de mover sus rostros y
responderles de forma juguetona como solemos hacer.
Enfrentados a esta inusual falta de sensibilidad y de respuesta por
parte de sus madres, los bebés trataron varias veces de iniciar ellos mismos la
comunicación, haciendo sus gracias, moviendo los brazos, y en definitiva
tratando de llamar la atención de la mamá.
Los investigadores observaron que antes de desistir (finalmente suelen
acabar llorando) los bebés probaron con sus madres un promedio de cuatro
estrategias diferentes para llamar su atención.
Tronick pidió a las madres que fingieran estar un poco tristes frente a
sus bebés. Ante la muestra de tristeza, los bebés se tornaron más
negativos desde el punto de vista emocional, más reservados y menos
comunicativos.
En el caso de bebés con madres depresivas, cuando se enfrentan a un
largo tiempo sin recibir estímulos y respuestas, la investigadora Tiffany Field
descubrió que los bebés tienden a imitar la tristeza, la escasa energía, el
bajo compromiso, la ira y la irritabilidad de sus madres.
En los casos más severos, si la depresión de una madre sigue durante un
año o más, su bebé comenzará a mostrar retrasos constantes en el crecimiento.
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