Tiiu
Bolzmann
Cuando
trabajo con parejas y trato a explicar los Órdenes del Amor entre hombre y
mujer me refiero al Tango para explicar que quiere decir: "La mujer debe
seguir al hombre y el hombre debe servir
a la mujer".
Tango
es más que un baile.
Tango
es un ejemplo vivencial de la vida entre hombre y mujer.
“Pongamos por ejemplo a un
hombre y a una mujer. El uno se encuentra en un lado del río, la otra en el
otro. Los dos tienen sus puntos de vista, cada uno en una orilla distinta.
Ahora bien, no les sirve de nada ir pregonando sus puntos de vista. El río todo
el tiempo va pasando delante de ellos. Para saber realmente lo que es el orden,
ambos tienen que abandonar sus posiciones, bajar al río y meterse en el
remolino. Entonces se darán cuenta de lo que es la vida y cuál es el orden que
para ellos resulta.”[1]
El
hombre busca una mujer con la cual quiere bailar y la mujer busca un hombre con
quien quiere bailar. Se buscan con los ojos y si ambos están de acuerdo, se
encuentran en la pista de baile.
El abrazo
El
hombre y la mujer se encuentran, el hombre extiende su mano, la mujer coloca la
suya en la mano de él. El hombre rodea con el otro brazo el cuerpo de la mujer.
La mujer apoya relajadamente su brazo sobre el hombro de él o rodea su cuello.
A modo de saludo sintonizan sus movimientos, girando con sus cuerpos en un
semicírculo o también realizando un balanceo, pasando el peso del cuerpo de una
pierna a otra.
Hay
dos formas de bailar: una es abierta y amplia y la otra es cerrada y estrecha.
En la Argentina, las personas se saludan con un beso en la mejilla. La cercanía
de cara y tronco está permitida. El contacto con las partes inferiores del
cuerpo no - ése es íntimo. Por eso la postura en el baile estrecho es de forma
trapezoide, abierta hacia abajo. En este caso el centro del equilibrio está en
medio de los dos cuerpos - en el espacio libre.
En
la forma abierta los troncos están enfrentados. Con los brazos forman un
círculo, un embudo de energía. El hombre da el impulso desde el pecho y los
brazos y a través del pecho y de los brazos, la mujer recibe ese impulso. Ambos
cuerpos forman un círculo, que se transforma en círculo energético. El brazo
debe ser firme, pero no rígido. Cada uno debe estar centrado en su propio eje.
Ellos quieren acercarse, pero se dejan frenar por el círculo energético.
Al
hombre le atrae la mujer porque nota que como hombre le falta la mujer. Y la
mujer se siente atraída por el hombre porque nota que como mujer le falta el
hombre. A ambos les falta aquello que el otro tiene, y cada uno puede dar
aquello que el otro necesita. Para que una relación de pareja se logre, el
hombre tiene que ser hombre, y seguir siéndolo, y la mujer tiene que ser mujer,
y seguir siéndolo.
Si
el hombre desarrollo el femenino en sí mismo, ya no necesita la mujer, y sí la
mujer desarrolla lo masculino en sí misma, ya no necesita al hombre. Con la
decisión de bailar juntos, el hombre asume el rol masculino - la dirección, es
hombre y sigue siendo el que dirige. Con la decisión de bailar juntos la mujer
asume el rol femenino – la entrega y sigue siendo mujer, sigue entregada.
El
hombre dirige: él da orientación y sostén y provee seguridad, para que ella se
sienta protegida. Así pueda desplegarse pueda realizar los firuletes y disfrutar
del baile. Él la dirige en movimientos y... la frena. Él prepara sorpresas,
para evitar la rutina. La mujer se deja guiar, solo reacciona frente a sus
impulsos y con eso le proporciona la importancia, que le hace falta para poder
dirigir. Ella permanece en la entrega, espera en él y le da sentido a su
dirección. En algunos momentos ella sostiene la estabilidad, para que él pueda entregarse
por instantes e inventar nuevos juegos.
Hacen
falta ensayos - no sale enseguida, porque no está claro, cuánto de cada
ingrediente hace falta. Entregarse no significa dejarse caer. Y dirigir no significa
imponerse a la fuerza. Juntos crean un baile, un movimiento en el espacio, que
es único para cada pareja. Ambos aportan lo suyo y en eso son iguales. La
relación de pareja se fundamenta en la necesidad mutua y en la renuncia al otro
sexo. El hombre tiene que renunciar a adquirir lo femenino como algo propio y a
tenerlo como si él mismo pudiera hacerse o ser una mujer. La mujer tiene que
renunciar a adquirir lo masculino como algo propio y a tenerlo como si ella
misma pudiera hacerse o ser un hombre, y todo esto también en el pleno sentido
físico.
Dar y tomar
En el
abrazo se da un intercambio entre dar y tomar. Ambos dan y ambos toman. Y tanto
el dar como el tomar son hechos activos. Uno toma activamente el impulso y lo
convierte en movimiento y a través de ese movimiento se inicia un nuevo
impulso, que a su vez provoca otro movimiento. Así se genera el movimiento en
el espacio compartido.
Además
es propio del orden entre el hombre y la mujer que el hombre quiera a la mujer
por mujer, y la mujer quiera al hombre por hombre. Asimismo es importante que
entre ellos dos se realice un intercambio en el que ambos den y tomen en la
misma medida. Para llegar a un intercambio, ambos tienen que dar lo que tienen
y tomar lo que les falta.
La
mujer toma algo del hombre que ella no tiene y lo utiliza en su manera. Esto
fortaleza su feminidad. El hombre toma algo de la mujer, que él no tiene y lo
utiliza en su manera y esto fortaleza su masculinidad. Ambos sacan provecho a
través del otro.
Bailar es dialogar
El
movimiento es un diálogo. El hombre da un impulso, él dice algo a través de su
cuerpo y de este modo revela algo de sí mismo. Muestra algo de su
idiosincrasia, de su emoción, del misterio de ser hombre. La mujer recibe ese
impulso y con ello también expresa algo. Revela algo de sí mismo, muestra una
emoción y algo de su misterio de ser mujer.
“El hombre se experimenta
como incompleto ante la mujer y, dado que como hombre le falta la mujer, ésta
le atrae. La mujer a su vez, se experimenta como incompleta ante el hombre y, dado
que como mujer le falta el hombre, éste la atrae. Dado que cada uno le falta el
otro, se desarrolla una atracción mutua. Este hecho significa un gran impulso
de energía para ambos”.[2]
El
hombre tiene que estudiar a la mujer y sus movimientos. ¿Dónde apoya ella su
peso, cómo y en qué movimiento puedo dirigirla? No puedo llevarla hacia la
izquierda, si ella tiene su peso apoyado en el lado izquierdo. No se puede
avanzar, si ella tiene su peso adelante. Ambos deben estar seguros de haber
comprendido las señales que se han dado. Recién entonces se pueden involucrar
el uno con el otro. Si ella no entendió, él le debe dar una nueva señal. Y ella
tiene toda libertad de responder a esa señal o no. Si ella no quiere responder,
no lo hace y él acepta. Él no la obliga ni ella a él. Si él quisiera avanzar sin tenerla en cuenta
o si ella se resistiera, ambos pierden el fluir del movimiento. Así se
produciría una lucha por el poder.
Lo que
si pueden hacer los dos: seducir al otro. El hombre la mujer para que le siga,
y la mujer al hombre para que le sirva. Bien, el hombre da una señal y ella
responde. Al responder ella le da otra señal y él responde. Es como en la vida real. Cuando yo escucho al
otro, continúa el diálogo. Si no, no puedo ponerme en contacto con el otro.
Entonces hablo cualquier cosa, y por lo general pasa de largo. Y de esa manera
nada se puede desarrollar entre ambos. Así uno responde solamente a las propias
propuestas y no a las de nuestro interlocutor.
Pero
en muchos matrimonios también se presentan situaciones, donde un miembro de la pareja
hace algo, que hiere al otro. Aquí también el que fue herido también siente la
necesidad de compensar. Tiene la necesidad de vengarse. Así que le devuelve
algo malo a su pareja, pero esto lleva a un intenso intercambio de maldades.
Pero
existe una regla muy simple para salir de este círculo diabólico: Así como en
el intercambio de bondades por amor, uno le da al otro algo más de lo bueno,
así en el intercambio de maldades uno le devuelve al otro un poco menos de lo
malo. Así el intercambio de bondades se puede reiniciar. El hombre coloca su
pierna como una zancada, pero ella no tropieza, porque con un impulso, él la
vuelve amablemente a la corriente del movimiento. La mujer aprovecha una parada
para pulir su zapato en el pantalón de él. (paradas)
El
hombre la guía en una dirección y de pronto la frena. La pierna libre de la
mujer, que estaba lista para el próximo paso, dibuja un ocho en el aire, (boleo).
Con el próximo movimiento él lleva su pierna contra el muslo de ella. En el
baile, esa pierna no tiene nada que hacer en ese lugar. La trasgresión, el
pasarse de los límites, pide una compensación. En la próxima oportunidad ella
trata de golpearle con la pierna - pero sin llegar a tocarlo. Ella no quiere golpearlo.
Él solamente siente el ímpetu de la pierna que golpea en el aire (ganchos).
De
esta manera los miembros de la pareja se devuelven un poco menos de "lo
malo" y el dar y tomar de cosas buenas puede recomenzar.
Lo Femenino y lo Masculino
La
mujer renuncia a lo masculino en ella y permanece en su rol auténticamente
femenino. El hombre renuncia a lo femenino en él y permanece en su rol
auténticamente masculino. Para ser hombre, el hombre tiene que renunciar a ser
mujer él mismo y permitir que una mujer le dé lo femenino como obsequio, y
viceversa. “Ambos tienen que aceptar sus limitaciones para así capacitarse para
una relación, ya que, de esta manera, ambos se necesitan y tienen la posibilidad
de complementarse”[3].
La
mujer sigue al hombre en su círculo de energía, en su movimiento y él permite
que se despliegue, porque el hombre tiene la misión de mostrar la belleza de la
mujer. Cuando lo masculino puede quedarse claramente con el hombre y lo femenino
con la mujer, la belleza se puede desplegar.
En
el movimiento se ve: él acompaña a ella con su cuerpo, porque ella lo necesita
para encontrar su flexibilidad. Ella reacciona ante esta energía masculina, la
asimila y da al hombre algo en devolución, que le proporciona fuerza para dirigir.
De esta manera ambos se complementan. El hombre le da a la mujer su
masculinidad y la mujer le da al hombre su feminidad. En la confluencia de
estas dos energías se unen lo MASCULINO y lo FEMENINO.
Se
genera un movimiento: Vida y... Tango.
“La relación entre el
hombre y la mujer es lograda, si la mujer sigue al hombre. Es decir, le sigue a
su familia, a su ciudad, a su círculo, a su idioma, a su cultura, y está de
acuerdo con que también los hijos le sigan. Pero también aquí hay una
compensación, un contrapeso. De complemento, el orden del amor entre el hombre
y la mujer exige: el hombre tiene que servir a la mujer...”[4]
Lo que
significa esto en el Tango, se lo dejo a su propia percepción, mientras
observan parejas bailando el Tango argentino.
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