lunes, 24 de noviembre de 2014

El tango. Un ejemplo del orden entre el hombre y la mujer.



Tiiu Bolzmann

Cuando trabajo con parejas y trato a explicar los Órdenes del Amor entre hombre y mujer me refiero al Tango para explicar que quiere decir: "La mujer debe seguir al hombre y el hombre  debe servir a la mujer".
Tango es más que un baile.
Tango es un ejemplo vivencial de la vida entre hombre y mujer.

“Pongamos por ejemplo a un hombre y a una mujer. El uno se encuentra en un lado del río, la otra en el otro. Los dos tienen sus puntos de vista, cada uno en una orilla distinta. Ahora bien, no les sirve de nada ir pregonando sus puntos de vista. El río todo el tiempo va pasando delante de ellos. Para saber realmente lo que es el orden, ambos tienen que abandonar sus posiciones, bajar al río y meterse en el remolino. Entonces se darán cuenta de lo que es la vida y cuál es el orden que para ellos resulta.”[1]

El hombre busca una mujer con la cual quiere bailar y la mujer busca un hombre con quien quiere bailar. Se buscan con los ojos y si ambos están de acuerdo, se encuentran en la pista de baile.

El abrazo
El hombre y la mujer se encuentran, el hombre extiende su mano, la mujer coloca la suya en la mano de él. El hombre rodea con el otro brazo el cuerpo de la mujer. La mujer apoya relajadamente su brazo sobre el hombro de él o rodea su cuello. A modo de saludo sintonizan sus movimientos, girando con sus cuerpos en un semicírculo o también realizando un balanceo, pasando el peso del cuerpo de una pierna a otra.
Hay dos formas de bailar: una es abierta y amplia y la otra es cerrada y estrecha. En la Argentina, las personas se saludan con un beso en la mejilla. La cercanía de cara y tronco está permitida. El contacto con las partes inferiores del cuerpo no - ése es íntimo. Por eso la postura en el baile estrecho es de forma trapezoide, abierta hacia abajo. En este caso el centro del equilibrio está en medio de los dos cuerpos - en el espacio libre.
En la forma abierta los troncos están enfrentados. Con los brazos forman un círculo, un embudo de energía. El hombre da el impulso desde el pecho y los brazos y a través del pecho y de los brazos, la mujer recibe ese impulso. Ambos cuerpos forman un círculo, que se transforma en círculo energético. El brazo debe ser firme, pero no rígido. Cada uno debe estar centrado en su propio eje. Ellos quieren acercarse, pero se dejan frenar por el círculo energético.
Al hombre le atrae la mujer porque nota que como hombre le falta la mujer. Y la mujer se siente atraída por el hombre porque nota que como mujer le falta el hombre. A ambos les falta aquello que el otro tiene, y cada uno puede dar aquello que el otro necesita. Para que una relación de pareja se logre, el hombre tiene que ser hombre, y seguir siéndolo, y la mujer tiene que ser mujer, y seguir siéndolo.
Si el hombre desarrollo el femenino en sí mismo, ya no necesita la mujer, y sí la mujer desarrolla lo masculino en sí misma, ya no necesita al hombre. Con la decisión de bailar juntos, el hombre asume el rol masculino - la dirección, es hombre y sigue siendo el que dirige. Con la decisión de bailar juntos la mujer asume el rol femenino – la entrega y sigue siendo mujer, sigue entregada.
El hombre dirige: él da orientación y sostén y provee seguridad, para que ella se sienta protegida. Así pueda desplegarse pueda realizar los firuletes y disfrutar del baile. Él la dirige en movimientos y... la frena. Él prepara sorpresas, para evitar la rutina. La mujer se deja guiar, solo reacciona frente a sus impulsos y con eso le proporciona la importancia, que le hace falta para poder dirigir. Ella permanece en la entrega, espera en él y le da sentido a su dirección. En algunos momentos ella sostiene la estabilidad, para que él pueda entregarse por instantes e inventar nuevos juegos.
Hacen falta ensayos - no sale enseguida, porque no está claro, cuánto de cada ingrediente hace falta. Entregarse no significa dejarse caer. Y dirigir no significa imponerse a la fuerza. Juntos crean un baile, un movimiento en el espacio, que es único para cada pareja. Ambos aportan lo suyo y en eso son iguales. La relación de pareja se fundamenta en la necesidad mutua y en la renuncia al otro sexo. El hombre tiene que renunciar a adquirir lo femenino como algo propio y a tenerlo como si él mismo pudiera hacerse o ser una mujer. La mujer tiene que renunciar a adquirir lo masculino como algo propio y a tenerlo como si ella misma pudiera hacerse o ser un hombre, y todo esto también en el pleno sentido físico.

Dar y tomar
En el abrazo se da un intercambio entre dar y tomar. Ambos dan y ambos toman. Y tanto el dar como el tomar son hechos activos. Uno toma activamente el impulso y lo convierte en movimiento y a través de ese movimiento se inicia un nuevo impulso, que a su vez provoca otro movimiento. Así se genera el movimiento en el espacio compartido.
Además es propio del orden entre el hombre y la mujer que el hombre quiera a la mujer por mujer, y la mujer quiera al hombre por hombre. Asimismo es importante que entre ellos dos se realice un intercambio en el que ambos den y tomen en la misma medida. Para llegar a un intercambio, ambos tienen que dar lo que tienen y tomar lo que les falta.
La mujer toma algo del hombre que ella no tiene y lo utiliza en su manera. Esto fortaleza su feminidad. El hombre toma algo de la mujer, que él no tiene y lo utiliza en su manera y esto fortaleza su masculinidad. Ambos sacan provecho a través del otro.

Bailar es dialogar
El movimiento es un diálogo. El hombre da un impulso, él dice algo a través de su cuerpo y de este modo revela algo de sí mismo. Muestra algo de su idiosincrasia, de su emoción, del misterio de ser hombre. La mujer recibe ese impulso y con ello también expresa algo. Revela algo de sí mismo, muestra una emoción y algo de su misterio de ser mujer.

“El hombre se experimenta como incompleto ante la mujer y, dado que como hombre le falta la mujer, ésta le atrae. La mujer a su vez, se experimenta como incompleta ante el hombre y, dado que como mujer le falta el hombre, éste la atrae. Dado que cada uno le falta el otro, se desarrolla una atracción mutua. Este hecho significa un gran impulso de energía para ambos”.[2]

El hombre tiene que estudiar a la mujer y sus movimientos. ¿Dónde apoya ella su peso, cómo y en qué movimiento puedo dirigirla? No puedo llevarla hacia la izquierda, si ella tiene su peso apoyado en el lado izquierdo. No se puede avanzar, si ella tiene su peso adelante. Ambos deben estar seguros de haber comprendido las señales que se han dado. Recién entonces se pueden involucrar el uno con el otro. Si ella no entendió, él le debe dar una nueva señal. Y ella tiene toda libertad de responder a esa señal o no. Si ella no quiere responder, no lo hace y él acepta. Él no la obliga ni ella a él.  Si él quisiera avanzar sin tenerla en cuenta o si ella se resistiera, ambos pierden el fluir del movimiento. Así se produciría una lucha por el poder.
Lo que si pueden hacer los dos: seducir al otro. El hombre la mujer para que le siga, y la mujer al hombre para que le sirva. Bien, el hombre da una señal y ella responde. Al responder ella le da otra señal y él responde.  Es como en la vida real. Cuando yo escucho al otro, continúa el diálogo. Si no, no puedo ponerme en contacto con el otro. Entonces hablo cualquier cosa, y por lo general pasa de largo. Y de esa manera nada se puede desarrollar entre ambos. Así uno responde solamente a las propias propuestas y no a las de nuestro interlocutor.
Pero en muchos matrimonios también se presentan situaciones, donde un miembro de la pareja hace algo, que hiere al otro. Aquí también el que fue herido también siente la necesidad de compensar. Tiene la necesidad de vengarse. Así que le devuelve algo malo a su pareja, pero esto lleva a un intenso intercambio de maldades.
Pero existe una regla muy simple para salir de este círculo diabólico: Así como en el intercambio de bondades por amor, uno le da al otro algo más de lo bueno, así en el intercambio de maldades uno le devuelve al otro un poco menos de lo malo. Así el intercambio de bondades se puede reiniciar. El hombre coloca su pierna como una zancada, pero ella no tropieza, porque con un impulso, él la vuelve amablemente a la corriente del movimiento. La mujer aprovecha una parada para pulir su zapato en el pantalón de él. (paradas)
El hombre la guía en una dirección y de pronto la frena. La pierna libre de la mujer, que estaba lista para el próximo paso, dibuja un ocho en el aire, (boleo). Con el próximo movimiento él lleva su pierna contra el muslo de ella. En el baile, esa pierna no tiene nada que hacer en ese lugar. La trasgresión, el pasarse de los límites, pide una compensación. En la próxima oportunidad ella trata de golpearle con la pierna - pero sin llegar a tocarlo. Ella no quiere golpearlo. Él solamente siente el ímpetu de la pierna que golpea en el aire (ganchos).
De esta manera los miembros de la pareja se devuelven un poco menos de "lo malo" y el dar y tomar de cosas buenas puede recomenzar.

Lo Femenino y lo Masculino
La mujer renuncia a lo masculino en ella y permanece en su rol auténticamente femenino. El hombre renuncia a lo femenino en él y permanece en su rol auténticamente masculino. Para ser hombre, el hombre tiene que renunciar a ser mujer él mismo y permitir que una mujer le dé lo femenino como obsequio, y viceversa. “Ambos tienen que aceptar sus limitaciones para así capacitarse para una relación, ya que, de esta manera, ambos se necesitan y tienen la posibilidad de complementarse”[3].
La mujer sigue al hombre en su círculo de energía, en su movimiento y él permite que se despliegue, porque el hombre tiene la misión de mostrar la belleza de la mujer. Cuando lo masculino puede quedarse claramente con el hombre y lo femenino con la mujer, la belleza se puede desplegar.
En el movimiento se ve: él acompaña a ella con su cuerpo, porque ella lo necesita para encontrar su flexibilidad. Ella reacciona ante esta energía masculina, la asimila y da al hombre algo en devolución, que le proporciona fuerza para dirigir. De esta manera ambos se complementan. El hombre le da a la mujer su masculinidad y la mujer le da al hombre su feminidad. En la confluencia de estas dos energías se unen lo MASCULINO y lo FEMENINO.
Se genera un movimiento: Vida y... Tango. 

“La relación entre el hombre y la mujer es lograda, si la mujer sigue al hombre. Es decir, le sigue a su familia, a su ciudad, a su círculo, a su idioma, a su cultura, y está de acuerdo con que también los hijos le sigan. Pero también aquí hay una compensación, un contrapeso. De complemento, el orden del amor entre el hombre y la mujer exige: el hombre tiene que servir a la mujer...”[4]

Lo que significa esto en el Tango, se lo dejo a su propia percepción, mientras observan parejas bailando el Tango argentino.

Fuente: http://www.constelamerica.com.ar/pdf/El_tango.pdf

[1] WEBER, Gunthard. Felicidad dual. Bert Hellinger y su psicoterapia sistémica. Pág 128.
[2] Ídem. Pág. 119
[3] Ibídem. Pág. 120
[4] Ibídem. Pág. 123

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